Me costó verlo desde la carretera subido en el coche, apenas vi un bulto bajo el estadio de Mestalla.
Espartaco sube el coche a la acera y se acerca, Juani y yo ya estábamos con él, habíamos ido a pie para asegurarnos de que estaba, aún no se había dormido y al escuchar mi voz rasposa que lo llamaba por su nombre, alzó la cabeza y me sonrió, y él me saludó diciendo mi nombre, después hizo lo mismo con Juani.
El conocido como “el portugués” hace unos meses me preguntó qué me pasaba en la voz, en general muy pocos preguntan, como el que no pregunta cómo estás de tu cáncer, para no remover las ascuas del dolor y la pena.
El portugués, el hombre bajito, delgado, que trabaja en lo que puede y pasa las noches durmiendo bajo el estadio, me sonríe cuando me ve y me dice, ¿Cómo estás Rafa?
La sensación es difícil de explicar.
Y cuando yo le pregunto como van esos ánimos una sonrisa triste se le dibuja en la cara, y casi a la vez, ambos decimos…”regular”.
Quizá no es suficiente, seguro que puedo hacer más por él, seguro que podemos.
Escribe: Rafa Romero